martes, 24 de agosto de 2010

Mea Culpa

No tengo a quien culpar esta vez. Podría hacerlo. Podría decir que son tiempos difíciles, que la familia me necesita cerca, que los nervios y ataques de pánico me ganan, que la salud no está de mi parte o que no he encontrado aún la ruta a seguir. Pero no es cierto. La verdad es que tengo miedo. Le tengo miedo al fracaso, a no dar el ancho, a equivocarme, a mi juventud, a mi falta de experiencia, de imaginación y de pasión; a mi gran ego y a mi autoestima a veces dañada. Estoy en crisis.
La palabra crisis en mandarín se conforma por dos caracteres, el de la palabra riesgo y el de la palabra oportunidad, me dijeron recientemente. Así que después de reflexionar un rato me senté frente al espejo y me dispuse a analizarme. Ha sido un ejercicio continuo de preguntarme qué es lo que quiero para mi vida y cómo la quiero vivir. De replantearme con qué tipo de gente me quiero rodear, dónde quiero hacer mi vida y sobre todo me ha ayudado a descubrir nuevas pasiones o ambiciones que tenía algo olvidadas.
Resulta, y es algo que yo no sabía, que soy buena en la cocina. Siempre creí que cocinar era algo que debía dejar al excelente sazón de mi madre y de mi abuela, pero parece que lo bueno se hereda, pues no sólo tengo buena intuición para las artes culinarias si no que es algo que verdaderamente disfruto. Recuperé también mi espíritu empresarial, lástima que ahora lo que me falte sea el dinero, pero por el momento las ideas fluyen como nunca. Y lo mejor de todo, este tiempo me hizo reflexionar, replantearme mi vida y ponerme metas, hacer de ilusiones realidades. Ya sólo es cuestión de algunos ajustes, pero vida, ahí voy.